martes, 22 de octubre de 2013

Sonrie!

Él tan solo era una sonrisa. Vivía ligado a lo que su sonrisa significaba. Un niño que no era guapo, listo, divertido, al que no se le daban bien los videojuegos y tampoco era especialmente sociable. Tan solo sabía sonreír, eso lo hacía como nadie, la gente lo elogiaba por ello y eso le hacia feliz.

Con el tiempo fue creciendo y se dio cuenta del drama en el que se encontraba. Para el mundo de su alrededor su nombre no era importante, tampoco su personalidad ni sus gustos y aficiones, solo su hilera curvada de perlas. Eso le sumió en una tristeza tal que selló su sonrisa por mucho tiempo. Los colores se fueron apagando poco a poco para él. Todo aquello que brillaba se escondió bajo un manto grisáceo. Su felicidad corrió cuesta abajo en un vehículo sin frenos. Haber descubierto la terrible verdad le dejó sin fuerza alguna, postrado en su cama mirando a un horizonte que carecía de belleza.


Un día, paseando perdido entre una lluvia de pensamientos pesarosos, se topó con una flor que crecía justo al otro lado de la verja que delimitaba su casa. Aquella flor era gris como el resto de las cosas a las que miraba, pero algo en ella le hacía sentirse distinto. Se sentó a contemplarla durante largo tiempo, intentando pensar qué era lo que le llamaba tanto. Al cabo del tiempo lo comprendió.

Tiempo atrás, en un pasado en que el todavía recordaba lo que significaba ser feliz, pasaba todas las tardes contemplando las miles de flores que crecían en aquel parque que solía visitar en cualquier ocasión. Cada una de ellas era diferente. Sus olores, sus formas, sus colores... El color...
Eso era lo que le hacia sentirse distinto.

 Aquella flor no tenia color, había perdido su belleza, había perdido todo atractivo. En aquellos recuerdos el recordaba que una flor en especial le hacia sonreír como ninguna otra, aquella que el llamaba "Sonrisa".

Aquel recuerdo despertó algo dentro de él. Las comisuras de su boca comenzaron su lenta ascensión. Sus labios se desperezaban después de un eterno letargo. Una vez más cada uno de los diamantes que conformaban su dentadura saludaban al astro rey reflejando sus blancos rayos. Estos, tiñeron cada pétalo de aquella flor y sacaron de aquel filtro gris cada cosa que formaba aquel mundo. Su sonrisa le había liberado de aquella prisión. Le daba igual saber que el solo tenía eso, su sonrisa, pero sabía que era la mejor y que de ella dependía su felicidad.

Desde aquel día jamás le ha faltado un motivo para sonreír. Su sonrisa todo lo podía. Su sonrisa, devolvió el color a su vida.



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